jueves, 24 de junio de 2010

Perros de paja

Sam Peckinpah, 1971.

Un matemático americano, David, llega con su esposa británica, Amy, al pueblo inglés donde ella se crió de niña para pasar un año estudiando y aprovechar así la beca que ha recibido. Desde el principio vemos que no encajan en el lugar, donde les miran con hostilidad manifiesta; la escena del bar nos aclara que en el pueblo imperan el alcohol y la fuerza.

David y Amy se quieren, pero con frecuencia discuten porque Amy no valora el trabajo de David y no acepta el tiempo que le dedica. Algunos jóvenes del pueblo trabajan para ellos arreglando el tejado, y desde el principio desprecian a David y observan con deseo a Amy, que no lleva sujetador y que tras una pelea con su marido se deja ver ante ellos semidesnuda. Cuando su gato aparece muerto en el armario, David, de carácter pacífico, no sabe cómo enfrentarse a esos hombres, y Amy se lo echa en cara y toma medidas que resultan inocuas pero avergüenzan a David.

La rebeldía de Amy, sus deseos no satisfechos (¿provocar a su marido? ¿forma de combatir el aburrimiento? ¿jugar con el riesgo?), la llevan a abrir la puerta a uno de los chicos, con el que salió hace años, y esto desmboca, inicialmente, en una ambigua violación, donde no sabemos si Amy consiente o disfruta, y finalmente en una brutal violación por parte de otro hombre. Esta es una escena bastante dura que provocó que la película estuviera censurada en algunos países durante casi 20 años y que dificulta enormemente comprender el carácter de Amy.

Una noche, al volver a casa, el matrimonio atropella a un chico retrasado que se les echa encima en la carretera. Ellos no lo saben, pero el muchacho está huyendo porque, por accidente, ha matado a una adolescente. David se lo lleva a casa para llamar al médico, pero pronto los chicos del pueblo aporrean la puerta pidiendo que les entreguen al asesino. La negativa de David inicia una espiral de violencia que desemboca en el asedio de la casa, que David decide defender hasta la muerte, completamente solo, pues Amy no le ayuda (llega a abrirles la puerta).

En la escena final, David, vencedor, se aleja de la casa junto con el chico retrasado. Éste le comenta que no conoce el camino a su casa, y David le contesta, mientras sonríe: "Yo tampoco. Pero no importa". Es una escena que permite múltiples interpretaciones. La primera que surge es que ha abandonado a Amy, a la que a estas alturas he cogido bastante manía. Otra, factible, es que ha enloquecido. Al buscar reseñas en Internet he leído que hay quien cree que conecta con su lado salvaje, su lado animal más instintivo y violento, y esto le transforma en una persona distinta.

La película es un fresco sobre la violencia como componente humano, y un estudio sobre cómo un contexto violento modifica a un hombre pacífico. Vista hoy, la primera parte resulta lenta y los personajes del pueblo muy forzados en su hostilidad y su simpleza. David está bien construido y mejor interpretado por Dustin Hoffmann, que hace de la contención su mejor arma ante un círculo tan histriónico. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de Amy. No sé si será por el montaje, pero lo recibimos como un personaje voluble, que igual está contenta que se enfada sin motivo, y que no parece tener nada que hacer salvo zumbar alrededor de su marido. Las provocaciones a las que lo somete podrían ser intentos de definir a la contra el carácter de David, su tranquilidad o su paciencia. El director ha sido acusado de misógino varias veces. Desde luego, la ambigüedad de la violación y el apoyo de Amy a los hombres que intentan destruir su casa y matar a su marido no son fáciles de comprender.

Es una película interesante, y aunque la primera parte requiere cierta paciencia, a raíz del atropello gana ritmo y queremos ver cómo termina.

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Hace ya tiempo que miria quiso creer. Percibo cambios en el horizonte y hay que afrontarlos. Seguiré hablando sola, pero en voz un poco más alta, por si alguien quiere replicar.

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