domingo, 22 de noviembre de 2009

Los condenados

Isaki Cuesta, 2009.

Silencio y caras de dolor muchos años después de lo que fuera que ocurriese. Cuerpos con marcas, heridas aún abiertas y fosas por abrir, amigos por encontrar, intentos de comprender. Calor agobiante. La tierra y los bichos y los sonidos de tiros que asustan por los recuerdos que les acompañan. Dos generaciones, la que quiso y no pudo, la que quiere o quizá no quiere o quizá no pueda. Y sin saber si valió la pena, si había límites, si se puede perdonar, si se puede seguir sin perdón.

El rostro absolutamente hipnótico de Daniel Fanego, Martín con tan anchas espaldas, y con la sonrisa pronta para aquellos que le rodean. Con su lastre, sus pastillas, su cuaderno y un cigarro tras otro. Tremendamente atractivo. Tan parecido, me parece....

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Hace ya tiempo que miria quiso creer. Percibo cambios en el horizonte y hay que afrontarlos. Seguiré hablando sola, pero en voz un poco más alta, por si alguien quiere replicar.

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