El rincón de miria

lunes, 16 de agosto de 2010

ORIGEN

Inception, Christopher Nolan, 2010.

Es Origen una película absorbente, de ritmo trepidante, visualmente muy bella.

Es Origen una narración basada en dos ideas fascinantes: si podemos acceder al cerebro humano, podemos robar sus ideas, y podemos sembrar semillas que desemboquen en ideas que nos beneficien. Pero acceder al subconsciente, tanto al ajeno como al propio, implica entrar en lo desconocido. Lo cual es peligroso y adictivo.

El planteamiento es intachable. El desarrollo me genera preguntas: esta tecnología, ¿hasta qué punto está extendida? Porque puedo entender que sea secreta y que sólo los grandes hombres de negocios sepan de su existencia (así como la ignoran el común de los mortales), pero entonces, ¿por qué hay adictos en Mombassa y los estudiantes de arquitectura de París la desconocen?

El arquitecto debe crear escenarios verosímiles para lograr del sujeto el resultado que se busca. Son amplios laberintos que el sujeto no debe percibir como tales, pero que el arquitecto debe poder modificar a su beneficio. Puedo entender el concepto del laberinto aplicado al hotel, o a la casa del magnate japonés donde la alfombra de tergal es determinante, pero no lo percibo en la calle de gran ciudad del primer nivel ni en el escenario de montaña que rodea al bunker del tercero.

Para saber que no está soñando, y poder así distinguir entre sueño y realidad, los participantes llevan un tótem secreto, un objeto que nadie conoce, de forma que si el sueño es ajeno un arquitecto no pueda añadir ese detalle y ellos sepan que es un sueño (es un objeto que sólo pueden ver en la realidad). Si este concepto es así (puede que yo no lo haya entendido bien), ¿por qué aparece la peonza de Cobb en el cuarto nivel del sueño?

Sin embargo, no quisiera construir este post sobre las pegas que le encuentro a la película, porque sería injusto: me ha gustado mucho. Estaba en el cine completamente entregada, sabiendo que hacía tiempo que no veía una película tan impresionante. Me gusta la trama, me hipnotiza la construcción visual (ese París que doblamos a nuestro antojo, la calle donde todo explota en colores a cámara lenta, la ciudad donde Cobb y Mal son dioses que construyen y tiran edificios...) y me caen muy bien los personajes y sus actores. Me gusta la idea de un falsificador dentro del sueño, capaz de suplantar identidades. Me gustan las discusiones sobre la psicología de Fisher para encontrar la forma de que germine la idea voluntaria, analizar el conflicto con su padre, buscar la simplicidad y el estímulo positivo. Le sobran, en mi opinión, persecuciones y tiros, que habrían permitido ahondar un poco más en la parte psicológica (que se queda en barniz), pero entiendo que sean atractivas para otro tipo de público. Y me gusta esta Mal entre buena y mala, este folletín al que se le dedica tanta atención, porque aunque al final sea un poco cansino creo que encaja bien en la historia.

lunes, 26 de julio de 2010

Madres e hijas

Rodrigo García, 2009.

Me gusta más el título original, "Mother and child", en singular, porque es igualmente aplicable a todas las historias que cruzan, pero las individualiza en cada término, no las agrupa.

Me gusta mucho el personaje (y la actuación) de Annette Bening, una mujer que en su adolescencia quedó embarazada y dio el niño en adopción, y lleva 37 años paralizada por esa decisión. "Dentro de poco será su cumpleaños. Cumple 37" es la primera frase de la película, pese a que hemos recibido ya una sucesión de imágenes. Bening trata de volcar su ternura en su madre anciana, gravemente enferma, puesto que se ha aislado del exterior hasta tal punto que apenas tiene trato con nadie. Sin embargo, su amargura es tal que su madre se relaciona más con la chica que limpia en casa que con su propia hija. Son duras las imágenes en que Karen mira con celos la ternura que hay entre las otras mujeres que la rodean, como una extraña usurpa su puesto.

Me deja más fría el personaje de Naomi Watts, la hija de Karen, que se ha hecho a sí misma una gran profesional y una mujer independiente y orgullosa de su soledad. Es interesante cómo construyen su actitud de dominio a través del sexo y cómo le cuesta relacionarse con personajes femeninos. Me parece cruel que el guión evolucione hasta deshacerse de ella, es un punto de melodrama excesivo, aunque pueda interpretarse como que hay cosas que ocurren demasiado tarde, hay oportunidades que pueden perderse.

Lo que más me ha gustado son esos hombres secundarios que apoyan a estas mujeres tan solas. Que las encuentran en su camino, se acercan tímidamente y al descubrir sus heridas, simplemente tienden la mano. Son dulces, tiernos, magníficos. Transmiten un mensaje tremendamente reparador, que habla de que siempre hay una oportunidad, de que todos podemos ser amados y que la vida puede ser otra cosa (impresionante la evolución de Karen). Son poderosos hasta tal punto que me han hecho pensar que todos los hombres de la película son así, y me ha costado recordar que lo son esos dos, pero que hay otros dos que no comparten ese rol: el vecino que le pone los cuernos a su mujer (y pena me da esa pobre cuando encuentre unas bragas -usadas- que no son suyas en su cajón de la ropa interior) y el marido tierno y amable que rompe con su mujer porque no puede aceptar no tener hijos biológicos aunque ella sea estéril. Este último presenta otro modelo de maternidad interesante (dentro del amplio espectro que analiza la película), la madre que tiene al hijo dominado, que habla también por su boca y está tan presente en su matrimonio que acaba rompiéndolo.

Limpia y sincera. Fácil y emocionante. Me ha gustado.

jueves, 24 de junio de 2010

Perros de paja

Sam Peckinpah, 1971.

Un matemático americano, David, llega con su esposa británica, Amy, al pueblo inglés donde ella se crió de niña para pasar un año estudiando y aprovechar así la beca que ha recibido. Desde el principio vemos que no encajan en el lugar, donde les miran con hostilidad manifiesta; la escena del bar nos aclara que en el pueblo imperan el alcohol y la fuerza.

David y Amy se quieren, pero con frecuencia discuten porque Amy no valora el trabajo de David y no acepta el tiempo que le dedica. Algunos jóvenes del pueblo trabajan para ellos arreglando el tejado, y desde el principio desprecian a David y observan con deseo a Amy, que no lleva sujetador y que tras una pelea con su marido se deja ver ante ellos semidesnuda. Cuando su gato aparece muerto en el armario, David, de carácter pacífico, no sabe cómo enfrentarse a esos hombres, y Amy se lo echa en cara y toma medidas que resultan inocuas pero avergüenzan a David.

La rebeldía de Amy, sus deseos no satisfechos (¿provocar a su marido? ¿forma de combatir el aburrimiento? ¿jugar con el riesgo?), la llevan a abrir la puerta a uno de los chicos, con el que salió hace años, y esto desmboca, inicialmente, en una ambigua violación, donde no sabemos si Amy consiente o disfruta, y finalmente en una brutal violación por parte de otro hombre. Esta es una escena bastante dura que provocó que la película estuviera censurada en algunos países durante casi 20 años y que dificulta enormemente comprender el carácter de Amy.

Una noche, al volver a casa, el matrimonio atropella a un chico retrasado que se les echa encima en la carretera. Ellos no lo saben, pero el muchacho está huyendo porque, por accidente, ha matado a una adolescente. David se lo lleva a casa para llamar al médico, pero pronto los chicos del pueblo aporrean la puerta pidiendo que les entreguen al asesino. La negativa de David inicia una espiral de violencia que desemboca en el asedio de la casa, que David decide defender hasta la muerte, completamente solo, pues Amy no le ayuda (llega a abrirles la puerta).

En la escena final, David, vencedor, se aleja de la casa junto con el chico retrasado. Éste le comenta que no conoce el camino a su casa, y David le contesta, mientras sonríe: "Yo tampoco. Pero no importa". Es una escena que permite múltiples interpretaciones. La primera que surge es que ha abandonado a Amy, a la que a estas alturas he cogido bastante manía. Otra, factible, es que ha enloquecido. Al buscar reseñas en Internet he leído que hay quien cree que conecta con su lado salvaje, su lado animal más instintivo y violento, y esto le transforma en una persona distinta.

La película es un fresco sobre la violencia como componente humano, y un estudio sobre cómo un contexto violento modifica a un hombre pacífico. Vista hoy, la primera parte resulta lenta y los personajes del pueblo muy forzados en su hostilidad y su simpleza. David está bien construido y mejor interpretado por Dustin Hoffmann, que hace de la contención su mejor arma ante un círculo tan histriónico. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de Amy. No sé si será por el montaje, pero lo recibimos como un personaje voluble, que igual está contenta que se enfada sin motivo, y que no parece tener nada que hacer salvo zumbar alrededor de su marido. Las provocaciones a las que lo somete podrían ser intentos de definir a la contra el carácter de David, su tranquilidad o su paciencia. El director ha sido acusado de misógino varias veces. Desde luego, la ambigüedad de la violación y el apoyo de Amy a los hombres que intentan destruir su casa y matar a su marido no son fáciles de comprender.

Es una película interesante, y aunque la primera parte requiere cierta paciencia, a raíz del atropello gana ritmo y queremos ver cómo termina.

lunes, 7 de junio de 2010

Los ojos amarillos de los cocodrilos

Katherine Pancol, La Esfera de los Libros, 2010.

En este libro hay dos bandos: el de la protagonista, Josephine, es el lado de los buenos. En ese bando están su amiga Shirley, su cuñado Philippe, el hombre del que se enamora en la biblioteca y su padrastro. En el otro bando, el de los malos, cuya líder indiscutible es su madre, están su hermana Iris, su exmarido Antoine, su vecina Barthillet, las amigas de su hermana... Hay otros personajes que no acaban de encajar en uno de los bandos, pero generalmente es por la poca atención que les dedica el narrador.

En este libro hay una mujer cuarentona que sufre mucho: su marido en paro la abandona por la peluquera del barrio, está gorda y flácida, carece de autoestima, su hija se avergüenza de ella, su familia la critica continuamente y vive inmersa en el siglo XII, del que es especialista. Así las cosas, gracias al apoyo incondicional de su amiga y a las muchas virtudes que posee (una gran inteligencia, toneladas de amor para repartir, inocencia y capacidad de perdón, talento y humildad, etc) no sólo saldrá adelante y ganará mucho dinero, sino que conseguirá el amor de los hombres que la rodean y la admiración (o la envidia, según se mire) de las mujeres. Es, por tanto, un libro de evolución, donde Josephine se construye a sí misma y acaba consiguiendo un contexto feliz. Fantástico.

Es tópico, indudablemente. Es ideal para aquellas que quieren creer que la triste puede ganar y que la guapa puede perder. Pero deben quererlo con todas sus fuerzas, pues serán puestas a prueba: como cuando el exmarido fugado monta un criadero de cocodrilos en África, o cuando la amiga misteriosa da una paliza a unos ladronzuelos (porque es guardaespaldas de la familia real, de la que es una hija bastarda), o cuando un modelazo de pasarela la invita a salir, o cuando su cuñado se enamora de ella y le promete amor eterno, o cuando su hija adolescente, que la critica continuamente, va a la tele para defenderla... La verdad es que hay muchas muchas pruebas...

Fácil de leer, con interesantes alusiones a la cultura francesa, para mí la parte más dura ha sido la sinopsis de la novela histórica que Josephine escribe para que su hermana pueda firmarla y presentarla al mundo ("Una reina tan humilde"... un auténtico horror!!). Lo mejor es que no se me ocurre a nadie a quien recomendarla, y esa es una gran noticia.

miércoles, 12 de mayo de 2010

No hay terceras personas

Empar Moliner, Acantilado, 2010.

No conocía a Empar Moliner. Luego he sabido que está muy presente en el ámbito cultural catalán, tanto como para ser parodiada en un programa de humor. Tiene verios libros de relatos anteriores publicados en castellano y catalán. No sé en qué idioma escribe, creo que en catalán y se traduce a sí misma.
Empecé el libro porque era esa editorial y porque era un autor español, y porque el único autor español que les había leído (Monteagudo) me había sorprendido y quería saber qué línea editorial estaban construyendo.

Mi primera impresión fue positiva. Me gustaron sus relatos. Son breves, directos, conmueven. Son realistas, apenas hay metáforas (luego he sabido que huye de ellas), se basan en una descripción que suena a objetiva -aunque este aspecto es discutible- y en diálogos. Por lo general, son personas normales, que podrían ser el vecino de abajo, del que vamos descubriendo miserias, de esas que tenemos todos. La vida les castiga, a veces sin motivo, a veces se veía venir y no supieron o no quisieron evitarlo. Algunos se hacen daño, otros se lo hacen a los demás. Son tristes y dejan un sabor amargo en la boca. Me recordaron a Quim Monzó, quizá porque son amigos, quizá porque apenas he leído relatos de otros autores contemporáneos.

Se me han quedado rondando varios: el de los dueños del restaurante con una estrella michelín que intentan disimular su decadencia, el de la enfermera enamorada del padre del muchacho al que cuida, y especialmente, el del traductor y la periodista televisiva "A ella no le gusta que se sepa", título que barajó para el volumen y que luego descartó.
Es interesante ver la entrevista que muestra Acantilado en su web. En ella la descubro vitalista, expresiva, mueve mucho los brazos, sonríe. No es la visión que transmiten estos relatos, quizá por eso estos temas llamaron su atención.
Merece la pena.

viernes, 30 de abril de 2010

Félix Romeo y Eduardo Punset

Ayer empecé el día leyendo dos entrevistas con Carmen Balcells gracias a una reseña en El ojo fisgón. La agente literaria ha sido el nombre femenino más importante del mundo del libro en España durante los últimos 50 años, y es un privilegio saber cómo piensa. Ella cuenta que llegó donde llegó con tesón y ambición, y habla del poder y del dinero como dos objetivos que han marcado su vida. Me gustó su sinceridad, porque ella era empresaria, fundó una empresa para hacerla rentable, y su trabajo consistía en que, a su vez, sus clientes consiguieran la máxima rentabilidad de su trabajo. El dinero daba libertad y poder.

Por la tarde me encontré el poder en otra variante: el poder de la mente, conocernos por dentro.

La feria del Libro de Valladolid ofreció un aperitivo de excepción: la presentación del último libro de Eduardo Punset, "Viaje al poder de la mente" (Planeta, 2010). Le acompañaba Félix Romeo, que hizo la introducción y mantuvo un interesante diálogo con el protagonista.

Admiro a Félix Romeo. Es un lector voraz, apasionado receptor de un volumen ingente de manifestaciones culturales. Sigo desde hace tiempo sus páginas en ABCD, su defensa de la libertad de expresión y de lectura, su apoyo a las editoriales independientes, su pasión por las revistas literarias de todo el mundo. Compartí su dolor en Amarillo, recordé imágenes de infancia con Dibujos animados. No sabía que vendría, y al verle charlando con los organizadores de la feria cerca de la caseta donde Punset estaba firmando se me encogió un poquito el estómago. Al saber que presentaría el acto, decidí quedarme para escucharle.

Y fue un gran acierto. Por un lado, porque Romeo es un presentador estupendo. Le mantuvo muy bien el pulso, se mostró atento y cercano tanto al autor como al público, se desdibujó lo suficiente como para que Punset brillara y estuvo ahí para los apuntes que le necesitaron. Rió, le miró con admiración, encontró la palabra justa.

Y por otro lado, porque escuché a Punset, hombre carismático y sabio que transmite sus conocimientos con generosidad y entusiasmo (¡Fantástico! y ¡Es impresionante! son dos expresiones que repite continuamente) y que convierte en accesibles temas por los que muchos tenemos el miedo atávico del analfabeto absoluto. Me sorprendieron mucho su constante sentido del humor, su hablar pausado, su cercanía. Es difícil sentirse triste cuando descubres a qué velocidad se mueve la Tierra, la maravilla que ha supuesto la evolución, el privilegio que es mirar las estrellas...

Me quedo con algunas ideas básicas: que el hombre del futuro podría ser fotosintético, porque es la forma más excelsa de conseguir energía en un mundo marcado por la predación; que, por muy importante que sea la razón, la intuición es lo que nos ha ayudado a sobrevivir como especie, y que no deberíamos olvidarla a la hora de tomar decisiones; y que los retos a los que hacer frente son dos: gestionar la diversidad de un mundo globalizado para que la diferencia no implique automáticamente violencia, y gestionar lo común a todos: las emociones. Pone como reto inmediato aprender a trabajar la inteligencia emocional para convertirnos en personas más altruistas, que sepan cómo manejar su rabia, su frustración, su odio.

Fue una tarde fantástica.

domingo, 25 de abril de 2010

La isla interior

Dunia Ayaso y Félix Sabroso, 2010.

Cuánto sufrimiento, qué ardua la lucha diaria por sobrevivir a la suma de fantasmas que aúnan tu familia y tu propia cabeza. Personajes que no pueden huir de su pasado y que conviven con el límite cada día. Cómo me gustaría poder ayudarles, tener idea de cómo hacerlo, y a la vez, qué vértigo tener a alguien así cerca. Inspiran ternura, pero alivia saberlos lejos. Ellos sólo se tienen a ellos (si solos no podemos nos tendremos que juntar, se dice en un momento de la película), y son para los demás una carga más que una ayuda. Qué será de ellos a partir de ahora...

Película emocionante y sobrecogedora, construida sobre los pilares de las magníficas interpretaciones de los tres hermanos. Cristina Marcos y Candela Peña mantienen el alto nivel al que nos tienen acostumbrados, pero sin duda me quedo con Alberto San Juan, una de mis debilidades, que hace transparente un personaje hermético, muestra su agonía y transmite una angustia profunda.

Merece la pena.

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Hace ya tiempo que miria quiso creer. Percibo cambios en el horizonte y hay que afrontarlos. Seguiré hablando sola, pero en voz un poco más alta, por si alguien quiere replicar.

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